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ACOSO ESCOLAR: EL REFLEJO DE UNA SOCIEDAD VIOLENTA

  • Foto del escritor: Sunqusuwa
    Sunqusuwa
  • 5 mar 2018
  • 6 Min. de lectura

Bullying, ciberacoso, sexting… Palabras para nombrar la violencia física, psicológica o verbal que se ejerce entre menores como castigo a la diferencia, abuso de poder y falta de respeto a la diversidad. Pero el acoso que se da dentro del aula es el reflejo de una sociedad violenta, sexista, racista y homófoba. Por ello no se puede ver como un problema exclusivamente escolar.


“Casi todos los casos de acoso escolar tienen que ver con la construcción de masculinidades y feminidades. Se acosa a un chico que pueda ser o parecer gay porque se aleja de la construcción tradicional de la masculinidad; a una lesbiana porque no está bajo la dominación sexual masculina; a niñas porque no tienen un canon de belleza que responda al canon de triunfo ante los chicos”. Marian introduce una interesante mirada al tema del acoso escolar, casi inexistente cuando se aborda este problema. “Hay una carencia tremenda y brutal, tenemos comisiones anti-bullying y expertos en todos lados, pero sin perspectiva de género. La mayor parte del acoso tiene que ver con esto, se están equivocando al abordarlo. Cuando vienen al instituto a darnos charlas me pongo mala”.

El acoso escolar o bullying es la forma de violencia (física, psicológica o verbal) más extrema entre niños y niñas o adolescentes. Se trata de una violencia sistemática entre iguales, repetida durante un tiempo prolongado y enfocada a una persona en concreto. “El problema es que no se acepta la diferencia de lo que se entiende tradicionalmente por niño y por niña. Hasta ahora lo que ha triunfado es la masculinidad tradicional, los niños y las niñas han aprendido que la violencia triunfa, es el éxito”.

Otra de las modalidades de acoso es el sexting, que consiste en enviar imágenes o vídeos de contenido sexual a otras personas con el fin de humillar y avergonzar a la víctima. “Hasta los selfies que suben las chicas a las redes sociales son los de modelos sexualizadas. El mundo simbólico en el que se educan está en el aula, pero también en la familia, en los medios, en los anuncios, en los videojuegos, en las películas, en Instagram: es un mundo machista y violento”.

Se habla de ciberacoso cuando el acoso se da a través de medios tecnológicos o las redes sociales. Para la experta, “las redes amplifican, pero me da igual Facebook que una libreta con un boli: de ambas formas se puede insultar o hacer burla de alguien, atacar al diferente. Lo que pasa es que las redes sociales son un altavoz y llegan a más gente”. Asegura que hay un vacío cultural que promueve estas actitudes poco respetuosas. “Hay familias que se pasan el día viendo programas como Sálvame. Todo mi alumnado ha visto Walking Dead. El listón del rechazo a la violencia está en mínimos. Se acepta todo, todo vale”.


Acoso escolar no es un problema de la escuela sino un problema de relación, de cómo han sido educados los niños y qué herramientas emocionales les da la familia y la escuela.


“La clave del acoso es la manera de relacionarse desde el abuso de poder. Si no se da el aprendizaje correcto, la violencia se generaliza y se relativiza, se ve como una pauta de relación normal, cotidiana, asumible. El poder es un concepto neutro. La gente lo utiliza en negativo pero es la capacidad de influir en otra persona, se puede utilizar también en positivo”.


el acoso se da es porque ha fallado el entorno de seguridad. “Una persona no puede agredir y acosar a otra persona si el entorno no se lo permite. Los programas eficaces de intervención en el acoso tienen que ver con los testigos, no con la víctima o el agresor. Cuando los testigos se implican e impiden la violencia, el agresor se queda solo y la violencia se acaba. Si los testigos miran para otro lado o se alían con el acosador, la violencia se sistematiza y agrava. El resto del alumnado aprende una forma de relacionarse violenta”.

Los datos de la UNESCO indican que 246 millones de niños y adolescentes padecen este tipo de hostigamiento en el planeta. Casos como el suicidio de Jokin, un adolescente de 14 años de Guipúzcoa, o Lucía, que se quitó la vida con 13 años en Murcia, ponen de manifiesto el sufrimiento de muchos menores.


Romper el ciclo de normalización del acoso y de la indiferencia es clave. “Falta inversión en educación emocional. Seguimos sin entender que hay un elemento tan importante o más que las materias que van a aprender: es la capacidad para relacionarse de forma respetuosa y positiva con el otro. Tiene que ver también con la manera de relacionarse con uno mismo, porque un niño que agrede a otro también se autoagrede, se está excluyendo. Cuando trabajamos con familias siempre piensan en sus hijos como posibles víctimas, pero hay que plantearse también que pueden ser agresores”.

Educar para la diferencia. Además de educar para que nunca agredan, se hace urgente educar para que valoren la diferencia. “Si alguien es diferente y se aleja de lo habitual, esa diferencia puede verse como una riqueza o puede considerarse una desigualdad, algo peyorativo, de menos valor. La discapacidad, por ejemplo. Si creas un mundo en el que las personas con discapacidad tienen acceso a menos recursos, la diferencia se vuelve desigualdad y, por lo tanto, violencia. Ser niño o niña es una diferencia que enriquece la vida de todos. Pero si creas un mundo en el que las niñas tienen menos acceso a oportunidades y derechos, entonces se convierten en colectivo vulnerable, susceptible de ser víctima de violencia. Estar gordo, tener gafas, altas capacidades,  una familia monoparental... todas las diferencias se convierten en desigualdades cuando se ven como problema”.


la clave de la prevención está en  enseñar a los niños y niñas que la diferencia es una riqueza, algo que deben querer y buscar en su vida. “El acoso no es un problema escolar. Se da en la escuela, en las redes sociales, en el parque… Ese acoso se generaliza a todas las facetas de la vida, sobre todo cuando se vive en un sitio pequeño, en un pueblo”.


Uno de los tipos de acoso más frecuente es el que se ejerce por motivos de orientación sexual. “Quienes agreden utilizan la homofobia, la transfobia y el sexismo para atacar a las víctimas, que sufren aislamiento, amenazas o insultos”,


“Existe una estrecha vinculación entre el acoso escolar LGTBfóbico y la desigualdad de género, por lo que las personas más susceptibles de sufrir este tipo de maltrato son aquellas que transgreden las normas de género: chicas con conductas y aficiones masculinas y chicos femeninos. Por no cumplir las expectativas de género algunos estudiantes atribuyen a sus compañeras y compañeros una orientación sexual determinada, lo cual es erróneo y estigmatizante”.


“El acoso les provoca sentimientos de humillación, vulnerabilidad, ansiedad, indefensión, tristeza y culpabilidad. El acoso dificulta mucho la autoaceptación personal. En especial, de la propia sexualidad”. El primer objetivo debería ser evitar que pase y no actuar solo cuando ya hay personas damnificadas. Pero muchas iniciativas de prevención dependen del voluntariado o cuentan con una dotación económica insuficiente.“Desde luego, no es suficiente con un teléfono de atención a víctimas. La homofobia y la transfobia continúan muy presentes en la sociedad


Trabajar sobre los testigos. En este sentido, la intervención con los testigos es fundamental, pues se trabaja la conexión emocional con el dolor de la víctima, la empatía, saber que igual que le pasa a otro te puede pasar a ti y entender que si no actúan son parte, son tan agresores como quien acosa. “No proteger o defender es una manera de agredir. La protección del débil, del vulnerable es fundamental. Y darles habilidades de resolución de conflictos y mediación. Cuando se trabaja esto, el aula entera va reaccionando como colectivo. Y como colectivo tiene un poder (en positivo) que no tienen individualmente y son capaces de reconducir la conducta de un niño”.


“hay que empoderar a la víctima, integrarla y trabajar con quienes ejercen el acoso y sus cómplices con una perspectiva educativa, no sólo punitiva. La mediación es útil, pero tienen que aprender que hacer daño tiene consecuencias. No se puede poner en igualdad de condiciones a una chica acosada que al chulito del instituto. Tiene que haber una reparación del daño”.


Es fundamental educar en la igualdad, pero la escuela no está preparada para ello. Tal vez porque la sociedad no lo está. “Analizamos todo: qué es ser hombre, qué es ser mujer. Cuando me dan sus modelos, sigo constatando que son los más tradicionales. Somos una sociedad patriarcal, miedosa, conservadora. La escuela ahora mismo no está preparada para educar en igualdad. La igualdad no es prioridad nunca”.





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